viernes, 10 de noviembre de 2017

La precaución inútil: El Barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, I


Algo tiene que tener la ciudad de Sevilla y sus gentes para que haya sido escenario de tantas tramas operísitcas. La que vamos a tratar en esta entrega es una comedia romántica donde como ya anuncio en el título que, por cierto, no es original mío, no se puede poner vallas al campo ni tampoco a una pareja enamorada, pues ésta, hará todo lo posible para que estén juntos.

El Barbero de Sevilla (Il Barbiere di Siviglia) es una ópera en dos actos con música de Gioachino Rossini y libreto de Cesare Sterbini, estrenada en el teatro Argentina de Roma el 20 de febrero de 1816.

Tiene una duración aproximada de 170 minutos (Dos horas cincuenta minutos).

BREVES DATOS HISTÓRICOS

Al igual que Donizetti, Rossini también era un compositor prolífico y también era de rápida escritura pues llegó hasta componer cuatro óperas en un año. En el caso del Barbero, fue su libretista Cesare Sterbini quien le propuso uno basado en la obra del mismo título de Pierre Beumarchais, dramaturgo francés, cuya obra estuvo un tiempo censurada en Francia, por criticar y burlarse de la nobleza entre otras cosas. El caso es que Rossini no era el primero al que utilizara esta obra para una ópera, pues ya en 1782, Giovanni Pasiello compuso una que disfrutaba de un notable éxito y diecisiete años más tarde, Nicolas Isouard hizo lo propio. Personalmente, no he escuchado nada de estos dos compositores.

A pesar de todo, Rossini quiso contar la historia desde su propio punto de vista y con su personal lenguaje musical, llegándola a completar en apenas tres semanas. Además, la llamó "Almaviva ossía La initule precauzione" (Almaviva o La precaución inútil), para diferenciarla de la obra de Pasiello.  Sin embargo, la noche del estreno fue un estrepitoso fracaso, en parte debido a que Pasiello tenía su "club de fans" y éstos boicotearon la obra para que no le hiciera sombra a la suya, aparte que hubo varios incidentes durante la representación entre otros que un gato se coló en el escenario. 

La segunda noche, la ópera triunfó. Hubo un cambio de obertura, pues la original parece ser que no gustó y Rossini optó por la actual, que ya la utilizó anteriormente en dos óperas suyas: Aureliano in Palmira y Elizabetta, Regina d'Inghilterra. Hoy en día, esta ópera es conocida por todo el mundo y nadie se acuerda de los otros barberos.

ARGUMENTO

La acción transcurre en Sevilla, en el siglo XVII.


ACTO I

Escena I: Plaza donde se sitúa la casa del Doctor Bartolo

Está a punto de amanecer. El conde Almaviva (tenor lírico-ligero) ha contratado a una banda de música para que le acompañe a cantar una serenata a una chica que le gusta, pero ésta no se asoma al balcón. Decepcionado, paga a los músicos y se queda pensando en cómo podría acercarse a la muchacha. A esto que aparece Figaro (barítono), el barbero más famoso de toda Sevilla que se jacta de ser el mejor y que además de cortar y afeitar también hace otros... trabajos. Se presenta con una aria famosísima que todo el mundo conoce o al menos ha escuchado alguna vez en su vida.


Casualmente Figaro fue el criado del Conde y éste le pregunta si puede ayudarle. Desde hace un tiempo conoció en Madrid a una joven que parecía ser la hija de un viejo chocho y se enamoró de ella. La siguió hasta Sevilla y la lleva rondando un tiempo sin apenas éxito. Figaro, le dice que está de suerte, ya que él es el barbero de ese viejo, el Doctor Bartolo y además le confirma que no es su hija sino su pupila. En ese momento, aparece la joven que se asoma al balcón con un papel. La joven, que se llama Rosina, se pregunta cómo podría darle la carta al joven que la ronda y poco después aparece el viejo doctor, que le ordena que entre. Discretamente Rosina tira la nota que la recoge Figaro. En la nota, Rosina le pide al joven que encuentre una manera de presentarse y decirle cuáles son sus intenciones. A eso que el Conde, por medio de una canción, le dice que es un estudiante pobre llamado Lindoro y que no tiene nada que ofrecerle salvo su amor. Decide esconder su identidad para que ella se enamore de él por sí mismo y no por su título.

 

Le pide ayuda a Figaro y éste, a cambio de una generosa suma de dinero, le dice que para entrar lo mejor que haga es que se disfrace de soldado ebrio.


 
Escena II: Interior de la casa de Don Bartolo

Al oír la declaración de su amado Lindoro, Rosina (mezzosoprano o contralto) decide que hará todo lo posible para reunirse con él aunque tenga que jugar sucio, en otra aria también muy conocida.


Le escribe una carta a Lindoro y se va. Entran entonces el Doctor Bartolo y Don Basilio, profesor de música de la muchacha (dos bajos bufos) Basilio le comenta que el Conde de Almaviva está enamorado en secreto de Rosina y que está en Sevilla. Bartolo quiere casarse con la muchacha y piensa que lo mejor es que firmen el acta de matrimonio esa misma tarde. Basilio le recomienda que para quitarse de enmedio al conde, lo mejor es que invente alguna calumnia contra él.


Se van y aparece Figaro, quien le confirma a Rosina que Lindoro está enamorado de ella y que quiere que ésta le escriba una carta para él, cosa que Rosina ya ha hecho. Pese a que es sorprendida por Bartolo, que aparece súbitamente en escena, consigue darle coba, aunque el viejo doctor sigue sospechando.

 

Llaman a la puerta y la criada, Berta (soprano), abre y ve a un soldado borracho que es en realidad el conde. Para que no sospeche, la lía un poco parda y pese a que Bartolo lo intenta echar, el conde sigue en su papel como si no se enterara de nada. Poco a poco se acerca a Rosina y susurrándole, le revela su identidad como Lindoro y le da una carta. Bartolo se da cuenta, pero Rosina le da el cambiazo y le muestra otra cosa distinta. Entran Basilio, Figaro y la sirvienta, mientras Bartolo y el conde discuten. Arman tal escándalo que alteran a toda la guardia que se presenta y está dispuesta a llevarse al conde, pero éste le muestra su sello y entonces le dejan en paz, pese a la protestas de Bartolo. 


ACTO II
Interior de la casa de Bartolo

Al día siguiente, el conde se vuelve de nuevo a presentar en casa de Bartolo esta vez disfrazado como un alumno de Don Basilio, Don Alonso, un profesor de música algo pedante y pelmazo. 


Le comenta que Don Basilio está enfermo y ha venido él a sustituirle, Bartolo no se fía, pero para ganarse su confianza, le entrega la carta que Rosina escribió a Lindoro y le dice que en realidad, Lindoro es un sirviente del conde. Bartolo entonces acepta. Entra Rosina quien reconoce a Don Alonso como su amante y le sigue la corriente.


A esto que llega Figaro para afeitar a Bartolo. Éste no quiere hacerse la barba hoy, pero al final para no dejar sola a Rosina acepta. Primero va él solo para buscar unas toallas, y ese corto momento, los tres (Figaro, el conde y Rosina) traman el plan para poder salir de la casa. Luego Bartolo vuelve, porque no se fía de dejar sola a Rosina y le da las llaves a Figaro para que él coja las toallas. Éste, aprovecha la ocasión para robar la llave del balcón y para dar aún más tiempo a la pareja rompe toda la vajilla, de forma que el ruido alerta al viejo doctor. La pareja se queda sola y se declaran su amor, pero no dura mucho porque vuelen Figaro y Bartolo. El barbero se dispone a afeitar al viejo cuando de pronto aparece Don Basilio.


Don Basilio se encuentra perfectamente, pero le convencen de que no lo está y el soborno que le da el conde a escondidas, lo acaban de convencer del todo y se va. Figaro prosigue afeitando a Bartolo, y la pareja se intercambian mensajes, entre otros que él la irá a buscar a media noche. Sin embargo, cuando le dice que irá disfrazado, Bartolo se da cuenta que Don Alonso es un farsante y acaba echando al barbero y al conde de la casa. A solas con Rosina, le muestra la carta que ella le dio a Lindoro y le dice que éste en realidad no la quiere para él sino para el Conde de Almaviva. La joven se lo cree y decide casarse con el viejo en venganza. Bartolo llama a uno de sus criados para que llame a Basilio que venga con un notario. Se va  y Berta analiza la situación.


Cae la noche y estalla una tormenta. El conde y Figaro entran por la ventan del balcón a través de una escalera. Rosina, los recibe, pero no quiere ir porque piensa que Lindoro es un criado del Conde, y es en ese momento que el conde revela su verdadera identidad. Los dos amantes se reconcilian y se quedan embobados el uno con el otro pese a los ruegos de Figaro para largarse de allí. Cuando van a irse, ven que alguien les ha quitado la escalera. Entra Basilio con el notario, a lo que aprovecha Almaviva para cambiar el acta de matrimonio de Rosina con el viejo por él y amenaza a Basilio con que elija entre una bolsa de dinero o dos balas en la cabeza para que sea de testigo a lo que el maestro de música, evidentemente acepta el dinero. Una vez que ya se han casado, entra Bartolo. El conde le dice que acepte su derrota, en un aria bastante complicada que se suele omitir bastante a menudo.


Al final a Bartolo no le queda otra que aceptar la derrota, pues de todos modos se va a quedar él con la dote de Rosina. Todos le desean una feliz vida a la nueva pareja.

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