lunes, 18 de septiembre de 2017

El pacto con el diablo: Fausto de Charles Gounod. II


ANÁLISIS

Descubrí Fausto de una manera un tanto indirecta. También de pequeño, vi "El Fantasma de la ópera", una versión de los 90 basada en la novela de Gaston Leroux, en la cual todo se basa en una representación del Fausto de Gounod. Y bueno, la película recuerdo escenas, pero me impresionó bastante el trío final, cuando el fantasma sale a escena para sustituir al tenor y canta junto a Christine Daaé, además que guardaba relación, pues él reclamaba la muchacha para él pero ella le rechaza.

También el aria de las joyas, es la que canta la Castafiore en una de las películas de Tintín, dando esa fama a la ópera como un espectáculo de gordas gritando y partiendo copas con la voz sin ton ni son. E incluso, los japoneses usaron ese aria en la serie de la Rosa de Versalles, para introducir el personaje de Madame de Polignac, en la corte de la Reina María Antonieta, claro que Gounod ni siquiera había nacido por aquel entonces y es imposible que esa mujer cantase ese aria. Y uno de mis primeros móbiles tenía como politono el coro de los soldados del cuarto acto.

Como es básica del repertorio francés, siempre tuve una gran curiosidad por esta obra. Afortunadamente, pude verla en directo y además en París, aunque no en el Palacio Garnier, sino en la Bastilla y no, no hubo ningún fantasma que arruinara la representación, para eso ya se bastan los directores de escena actuales, ofreciendo una puesta algo... fea. Tampoco hubo ballet y al tenor lo abuchearon aunque en mi opinión no lo hizo tan mal.

En cualquier caso, la ópera puede hacer que el oyente se interese por leer el Fausto de Goethe, si bien conmigo lo hizo, y lo intenté. Pero no pasé de las primeras 50 páginas ya que es una lectura muy densa y bastante coñazo. No obstante y dejando de lado toda la filosofía que se puede aprender de la obra original, en la ópera todo resulta más simple. Y si bien ha habido otras adaptaciones a ópera del mismo libro, sin duda la de Gounod, es la más conocida y la más divertida de todas.

Nos encontramos primero con el protagonista, con el cual cualquiera que haya alcanzado la madurez se puede identificar. Cuando las cosas no te han salido como esperabas, es comprensible perder la esperanza, caer en depresión hasta tal punto de querer morir. Y más cuando ya no tienes nada ni nadie por lo que seguir adelante. Así encontramos a Fausto, quien toda su vida la ha dedicado a los estudios, a obtener el mayor conocimiento y eso sólo le ha traído infelicidad. Y como Dios no le ha servido de ayuda, pues invoca al diablo así sin creer en él.

La ópera nos plantea una pregunta interesante, ¿qué haríamos si nos ofrecieran una segunda oportunidad para cambiar las cosas?  o también, ¿cuál es el precio de nuestra alma? ¿Tenemos realmente todos un precio? Es ahí donde radica la gracia de la obra. Para Fausto que no tiene nada que perder, da su alma por volver atrás en el tiempo. Por volver a ser joven y disfrutar de nuevo de esa juventud que en su día desaprovechó en los estudios. Y lo hace sin creces. Me imagino a Fausto ahora como ese adolescente que no sale de su casa porque está todo el tiempo estudiando y ahora cambia para volver a ese tiempo y en lugar de estudiar, se lo pasa todas las noches poniéndose hasta el ojete y ligando con toda la que puede. Eso es lo que nuestro Fausto quiere, ya tiene el conocimiento, ahora busca ese placer.

Aquí está la labor del diablo, la de Mefistófeles. Mefisto como tal lo que hace esto mostrar todo ese mundo divertido, el cual no es políticamente correcto. Total, cuando Fausto muera va a ser para él, él es un ser inmortal y no tiene ningún estrés, por tanto es el personaje más plano de todos. Y además lo hace bien, incluso casi logra corromper a Margarita, la tercera en discordia, la cual la pobre, se enamora locamente de Fausto, pero éste como es un inmaduro la preña y la deja tirada. Fausto sabe mucho de filosofía y de otras materias, pero del amor y de las relaciones humanas no sabe absolutamente nada.

Podemos sentir empatía también por la pobre Margarita. Claro, a ver cómo lidias ser madre soltera en una época en la que eso es totalmente inconcebible. Pues nada, marginada social, por lo consiguiente a la joven se le va la pinza, depresión post-parto y acaba matando a su propio hijo, que ha sido fruto del pecado. Por tanto vemos aquí tres elementos para que toda ópera triunfase, una heroína dulce y buena que se corrompe y que al final acaba obteniendo la redención rechazando al mal, un héroe algo cabrón pero que cae simpático e intenta arreglar las cosas después de haberla cagado pero bien y un malo carismático. Todo ello acompañado de una riqueza de melodías muy pegadizas. 

De esta ópera he aprendido varias cosas:
- Nadie da algo a cambio de nada. Todo en la vida tiene un precio.
- Hay que leer la letra pequeña de todos lo contratos antes de firmar cualquier cosa.
- Desconfía de aquella persona  que quiera conquistar tu amor con regalos pomposos.  
- El diablo no siempre va a tener cuernos y rabo. Y su mayor logro, es hacernos creer que no existe.

GRABACIONES
CD
Sólo tengo una, y elegí esta simplemente porque es una de las más completas que hay en el mercado. No hay nada negativo de esta grabación, el trío protagonista es realmente increíble y a nivel musical muy bien conseguida.

DVD

Esta producción es interesante. Es el primer DVD que compré de Fausto y tenemos a buen trío protagonista, pese a que la puesta en escena es algo... bueno gótica, pero creo que le va muy bien al espíritu de la obra y además, incluye el ballet. La coreografía es algo grotesca, pero teniendo en cuenta lo que Gounod quería reflejar en él, me parece acertada aunque el final del mismo choque ese amago de orgía literal.

 Éste, por otra parte, es más políticamente correcto si bien la producción la trasladan a principios del siglo XX. Lo compré por el trío protagonista y tampoco es mala opción, aunque no tiene subtítulos en español y sí en coreano.

Nos vemos en la próxima entrega. Dejo Alemania y me voy en busca de una princesa china que tiene como hobby cortar cabezas de príncipes. ¿Quién soy yo para juzgar las aficiones de la gente?

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